Largos vestidos de colores pastel: azul, rosa, verde, amarillo, anaranjado, rojo...... Sombreros medievales con velos que pod�an contrastar o conjugarse con los vestidos. Sedas y tules. Zapatos planos.
Cabellos dorados, azabaches, verdosos o marrones.
Siluetas primorosas acordes con la naturaleza. �rboles, flores, plantas, agua, aire, fuego, arena, sal marina, algas... Incluso rocas.
Algunas con alas. Otras con escamas en sus piernas. Orejas puntiagudas. Narices peque�as y ojos achinados o almendrados.
De buen o mal humor. J�venes o viejas. Reinas o mendigas.
Siempre dispuestas a ofrecer ayudas y dones a quienes los merecieran.
Y siempre tocaban a los hermanos m�s peque�os, quienes hab�an aprendido de los errores de los hermanos m�s mayores.
Suavidad. Elegancia. Finura. Generosidad. Sabidur�a. Belleza, sobre todo. Y eficacia.
Cu�nta necesidad ten�amos de las hadas cuando ni�as. Y ni�os. De aquella hada madrina de Cenicienta, de las hadas de la BellaDurmiente, de las venerables ancianas que se encontraban a la vereda de los caminos para probar los corazones de qui�nes paseaban por all�. Cu�ntos bailes imaginarios con aquellos gorros, aquellos zapatos y aquellas varitas m�gicas que tintineaban en la imaginaci�n de nuestras manos su alegr�a de juguete.
Y, al ir creciendo, nuestra imaginaci�n fue adaptando nuestros pensamientos a la realidad. Siempre est�n ah�: s�lo hay que descubrirlas. Es simplemente eso: saber verlas. Y no solamente en las pel�culas del Se�or de los Anillos, de Harry Potter, en los dibujos animados o en los cuentos de hadas, elfos o ninfas.
Hay quien ha encontrado en su propia madre la caricia matutina y el sol radiante. En su abuela el aroma del caramelo nuevo. En aquella visita que ven�a alg�n domingo, vestida de negro, el rico bizcocho o la flor reci�n cogida.
En el paseo cotidiano, la joven anodina que aunque no es bella, disfruta de una preciosa sonrisa. O la se�ora de edad que aprovecha que ese d�a tiene el j�bilo maquillado en su rostro y saluda al viento y al caminante. Esa extranjera vestida con ese vestido tan colorido que afirma cuando mira a tus ojos porque le gusta lo que ve o le ha resultado agradable encontrar algo de su tierra en un lugar lejano: una piel, un cabello recogido y trenzado, unos ojos picarones.....
No, no dejan de acompa�arnos. Yo creo que nunca nos han dejado.
Sean hadas, �ngeles o sentimientos, es acogedor sentirlas a nuestro lado... aunque no las podamos ver....