Hubo un tiempo en que la gente, convencida de la existencia del mítico animal y apreciándole más por el valor material que podía tener que por lo que de soñador y mágico tiene, por lo que representa en tanto que persecución de la utopía, de las ilusiones... sin pararse a ver esto, buscaban la manera de hacerse con un cuerno que les garantizase una vida lujosa y larga. Nobles y reyes llegaban a pagar grandes cantidades de dinero por algo que, al no haber visto nunca, no podían asegurar que fuese o no un cuerno del mítico unicornio. Así, surgían teorías que demostrarían que el cuerno era o no real: una de ellas decía que al meter un verdadero cuerno de unicornio en un recipiente con agua, ésta debería empezar a hervir; otra recomendaba meter el cuerno en una caja con cuatro escorpiones vivos y considerar que era verdadero si éstos morían en unas horas.
Probablemente el cuerno era capaz de proporcionar la felicidad, sí, pero de una manera que los que fueron capaces de asesinar un unicornio para conseguir su preciado tesoro nunca habrían imaginado. Así que si tenéis la suerte de ver un unicornio (que no suelen ser especialmente sociables), simplemente dejaos fascinar por su belleza y su libertad, sin asociarlo con posibles riquezas... Si eso es lo que os sucede, podréis consideraros afortunados, porque habréis descubierto la clave más importante de la felicidad: disfrutar de o te está ofreciendo.