Mis actividades de los últimos días me requirieron visitar, observar e interpretar más de 15 jardines mimados. Proyectados y cuidados al detalle, hoy son orgullo de muchos, y trabajo de otros tantos.
La sequía de principios de año había dejado algunas cicatrices visibles. (Es que la voluntad del clima no cede ante ningún argumento, o puede que respondiera amable a los fuertes deseos de miles de veraneantes rogando que no lloviera…)
Pero de una u otra forma, el verde persiste, rebrota, no se autocompadece ni se rinde.
Me fasciné ante la el carácter de la tierra. El carácter de quien hace su trabajo de la mejor forma que puede hacerse, sin recibir muchas veces gratitud ni respeto. Me fasciné ante quien ama tanto su trabajo, que ama hasta el no-agradecimiento, y entiende la insensibilidad nada más que como ignorancia.
La tierra va a darnos el verde, el agua, el aire y los frutos hasta que no quede nada. Va a hacer su divino trabajo siempre con la misma generosidad. Es una actitud inteligente - no es lógico apostar contra la propia vida.