jueves, 22 de abril de 2010

Receta de amor


Tómese un par de corazones,

2 corazones grandes y completos.

2 corazones donde quepan la ternura,

la cólera, la alegría, el dolor, el error,

la pasión más absolutamente desmedida

y todo el desconcierto.

(Parecerá, a primera vista,

que se podría prescindir

de algunos de los ingredientes;

pero una vez que se pruebe el resultado,

se advertirá que no hay nada superfluo.)

Mézclense bien;

añádase a los corazones -claro está-

cualquier otra porción decisiva

de sus dueños y póngase a hervir

en su propia sangre

sobre un fuego muy lento.

Si los corazones son de primera clase

como se recomienda,

resultan francamente innecesarias

las especias, pero si se desea

puede añadirse un pizca de cerveza,

una canción o un verso

después de que la sangre esté caliente.

El tiempo de cocción es muy variable,

por eso el guiso ha de probarse

repetidas veces.

Sírvase en raciones grandes

pero diseminadas y cómase

de manera despaciosa,

lujuriosa, reflexiva e intensa.

No se requieren peculiarmente

favorables condiciones de ambiente;

al revés, este plato exquisito,

caprichoso,

cuece mejor si arde la llama

en dirección opuesta a la del viento.

Protéjase, eso sí,

de las miradas de la gente.

Si sus propósitos son otros,

sencillamente, espere:

la receta de matrimonio se publica

la semana siguiente.