SENTIMIENTOS HUMANITARIOS

Sin mucho mas q decir sobre lo sucedido en chile... Esta todo mas q a la vista...
averigua donde podes ayudar a nuestros Hermanos de alma..
Siempre hay Lugares donde podemos aportar un granito de arena para toda esa gente q sufre.. q estan en la nada total y absoluta. Lo unico q les qda a esas personas y familias es la esperanza de saber q pueden tender la mano y de vos depende q sus esperanzas no decaigan...

Dios bendiga tus buenas obras, tu esfuerzo y tus ganas de cambiar el mundo...
LORE...
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Sólo entendemos el ‘milagro de la vida’ cuando dejamos que suceda lo inesperado. Todos los días Dios nos da, junto con el sol, un momento en el que es posible cambiar todo lo que nos hizo ‘infelices’. Todos los días tratamos de fingir que no percibimos ese momento, que ese momento no existe, que hoy es igual que ayer y será igual que mañana. Pero quién presta atención a su día, descubre el ‘instante mágico’, puede estar escondido en cualquier parte.”



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martes, 26 de octubre de 2010

LA LEYENDA DE LOS UNICORNIOS


Los unicornios, son quizá, de los animales más misteriosos, el más conocido de todos. No hay persona ni ser que desconozca si quiera de manera vaga, qué es y qué características tiene este mitológico cuadrúpedo.

Es quizá por ello, que muchos han interpretado a su manera la función de este ser en nuestras vidas, desde el punto de vista mítico-religioso, astrológico, esotérico, mágico y de hechicería, el unicornio ha recibido a lo largo de su historia diversas interpretaciones y diversos poderes que muchas veces difieren de aquellos de los que se tienen referencia en los textos más antiguos.

En este artículo nos enfocaremos en este aspecto, es decir, en el valor primigenio de este maravilloso ser y lo que la ciencia zoológica puede dar al respecto.

Tras las huellas del unicornio
Las primeras referencias de estos animales proviene de la antigua Grecia, específicamente, en el siglo V a.c. por el historiador Ctesias. Lejos de los que muchos pueden pensar, el unicornio, según Ctesias, no era un animal occidental, sino, que era originario de la India.

Ctesias los describió así:

“Existe en la India una raza de asnos salvajes casi tan grandes como caballos o incluso más. Tienen el cuerpo blanco, la cabeza de color rojo oscuro, los ojos azul marino. Llevan en la frente un cuerno de 50 centímetros de largo. Lamando este cuerno se obtiene un polvo muy eficaz contra los venenos mortales, administrándose en poción. La base de este cuerno es de un blanco inmaculado; la parte central es negra y la punta de un carmesí resplandeciente...”

No obstante, con el tiempo, la leyenda, sobre todo la proveniente de la Edad Media europea, le brindó al unicornio nuevas características. Entre ellas su aparente invisibilidad, pues según la leyenda, no podían ser vistas por cualquier persona sino por aquellas puras y bondadosas. Es quizá por ello, que en el medioevo, mayormente estos equinos fueron representados juntos con bellas y jóvenes damiselas, quienes eran las únicas que podían cuidarlos y protegerlos.

Su cuerno

Como hemos dicho, muchas son los poderes atribuidos a este ser mítico, poderes principalmente provenientes de su cuerno, esa fuente mágica que muchos consideraban un magnífico remedio para algunas enfermedades incurables e incluso, como elíxir para la tan soñada vida eterna.

Pero así como el cuerno del unicornio podría tener beneficios invalorables para el ser humano, para el equino, también era tanto o más importante, se advertía de que si alguien desprendía de la cabeza del unicornio su cuerno, éste moriría inmediatamente.

La fama del cuerno del unicornio era tal, que muchos nobles y reyes del medioevo, eran capaces de ofrecer cerca de 40 mil monedas de oro a cualquiera que fuera capaz de capturar al animal y cortarle el cuerno.

Esto explicaría, en esos tiempos, el por qué los unicornios finalmente desaparecieron y se extinguieron.

Una posible explicación

Lejos de todas especulaciones, no hay que perder de vista de cómo surgió este animal en el inconsciente popular, es decir, con la narración de una persona sobre un animal que vio en la lejana India. Es decir, muchos consideran que quizá el unicornio fue una mala apreciación de un animal que hasta ese entonces desconocido pero que puede ser prácticamente reconocible en nuestros, más de un animal parece tener la forma de un caballo y sólo un cuerno en la cabeza.

Es más, en lugares como la India o Nepal, muchos pobladores tenían la costumbre de entrelazar los cuernos de las cabras cuando estas se encontraban en la primera edad, para que fueran consideradas líderes y así pudieran defender a su rebaño con su cuerno a manera de lanza.

Otro dicen que el unicornio era simplemente un tipo de rinoceronte ya extinto, que habría existido también en la India o con un tipo de ballena llamado Narva, que presenta un gran cuerno y que justamente, los restos de este animal, eran usados para estafar a muchos nobles de esas épocas, se dice por ejemplo, que durante el siglo XV, la reina Isabel I de Inglaterra compró un colmillo de este cetáceo a un precio equivalente al costo de un castillo. La reina lo usaría como un centro y como antídoto antiveneno. Este sería llamado luego “El cuerno de Windsor”.

En la actualidad

Sea como fuere, en la actualidad son considerados seres mitológicos de los cuales se niega su posible existencia histórica. Hoy en día solo forman parte de leyendas e historias de ficción ambientadas en mundos mágicos e inexistentes.

El unicornio nos representa pues tanto la fuerza, la libertad, el valor y el poder como la magia, lo desconocido y la belleza.
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Los Limites del Jardín.


Era muy amplia su extensión sobre los campos, pero en níveos con fuego ardiente donde rugía el torbellino y se escuchaban voces en el resplandeciente abismo. Los unicornios podían desplazarse en medio del trueno, la tormenta y los temblores, pero esas hórridas alturas eran inseguras para el hombre. Así, pues, el Unicornio, hermano mayor, amigo y guía, vigilaba que ningún hombre se aventurara fuera del Jardín.

Entonces el tiempo se sucedía de modo inenarrable. Hasta hoy quedan huellas de esa gloria inmaculada; por eso ni la quietud más sosegada está libre de alguna sensación de nostalgia y exilio. Porque elhombre creció en número y en fuerza, y también los Unicornios; ambas razas ingresaron juntas, en estado de gracia y de inocencia, a la plenitud de sus vidas. Entonces se forjaron los lazos que el tiempo jamás podría desatar: por larga que sea la separación existente, jamás volverán a encontrarse como extraños.

Pero el Dragón y su progenie tramaban en las honduras de la tierra, y más y más celosos se volvían hasta que al fin enviaron a Serpens, la más astuta de su raza. No era de gran tamaño y por esto no inspiró temor en los corazones de los hombres. Parecióles Dragón atractivo y asombroso, de escamas orgullosas e irisadas, de palabra abundante y escogida; muy pronto se movía familiarmente entre loshombres, ocultando su propósito: tal las artes habituales del Dragón.

Entretejía palabras de alabanza con otras para sembrar la duda, diciendo: Qué sabio y digno señor podría ser el Hombre! y se lamentaba que su amigo lo limitara al recinto interno del Jardín. No toda nuestra raza prestó oído a las sutiles incitaciones al descontento y al orgullo. Elhombre y la mujer gozaban de distinta intuición desde le principio; las mujeres no se dejaron engañar por la insidia de Serpens, mantuvieron la confianza y no dejaron de amarlo.

Cuando por fin Serpens oyó murmurar al hombre que Asallam no parecía amigo tan perfecto y sí quizás propenso a finalidades egoístas, habló más abiertamente. Más allá del Jardín, aseguró, hay tierras hermosas y fértiles, dispuestas a que las dominen, pero mantiene alHombre cautivo, no sea que su número crezca en exceso y resulte ingobernable.

Esas mentiras no escaparon a Asallam, que se apartó, triste: no podía obligar al seguir los caminos de la luz; señalaba su sentido. Pero nada le pidió consejo en las discusiones insensatas que siguieron. El más descarriado se levantó y alzó la voz: ¡Rompamos estas cadenas de oro, acabemos con estas ataduras! ¡Cuanto más difícil y largo sea el camino, más brillante será su término!

A partir de entonces el hombre no pudo culpar a nadie más, sólo a sí mismo, por las penas y dolores subsiguientes. Pues todos gritaron aprobando, aunque las mujeres inclinaran la cabeza en señal de silente pesadumbre. De este modo se cumplió el trabajo del Dragón, y así esas palabras sellaron la condenación delHombre.

Entonces movilizóse Dios, en perfecta sincronía con el proyecto fatal del Hombre. Y en un instante volvióse duro y opaco lo que fuera un mundo en primavera. Y pareció caer un vacío piadoso sobre la mente de los hombres, y cuando cesó esa oscuridad se hallaron en una dimensión de antaño. Se movieron perplejos al principio, encerrados en formas menos gráciles.

El Libro de Némesis


En los largos años de la edad primera, hombre y bestia habitaron juntos y crecieron en estatura de cuerpo y mente. Pero en lo oscuro otros seres se desplegaban y fortalecían. El mismo día esta animal mitológico hizo surgir de la roca una fuente de borboteante vida, también se sembraron semillas de peligro. Mientras las aguas esparcían su humedad fertilizante, se filtraban también por fisuras tenebrosas y goteaban hasta cavernas secretas y ardientes que se entrelazan en las raíces de los montes.

Allí, en esas cámaras del abismo, la carga vital de esas aguas sagradas se gastó por vez primera en criar algo viviente. Así nació entre fuegos y tinieblas el Dragón. Su difícil nacimiento le dejó huellas indelebles, y nunca hubo después otra criatura dotada en tal medida de tanta astucia y fuerza.

El primer dragón fue Yaldabaoth. De horrible constitución, con ojos penetrantes y sin párpados, lo primero que contempló su mirada impávida fue la propia imagen en las aguas oscuras. Adoró la visión, y una secreta complacencia en esa imagen de sí le ha consumido el corazón desde esos tiempos.Y el Dragón creció enorme y generó a otros como él, entre ellos a Serpens.

Si bien los dragones tienen muchas formas y tamaños, todos son rápidos de mente y tienen sed de saber. Mientras el Unicornio intenta adivinar los secretos de la creación para mejor conocer al Creador, el Dragón desea lo mismo, pero al fin de dominar el mundo y de este modo derrotar a la muerte.

El Dragón odia con fuerza al Unicornio por su primacía, pues no se creó a sí mismo sino que le debe a otro su ser. Así pues, lo ha perseguido siempre con la intención de devorarlo y dejar de ser el que llegó después y convertirse en el Más Viejo de todas las Cosas.

Unicornio, conductor y guardían


Dios se dirigió entonces al Unicornio diciendo: ¡Asallam! Tú sólo serás, entre todas mis creaciones, quien recuerde la ocasión y el modo de su hechura, y vivirás en permanente memoria de la Luz, para ser su conductor y su guardián. Pero jamás volverás a la Luz hasta la hora final del Fin del Tiempo. Y el Unicornio, maravillado, vivió en su jardín y fue caminando hacia afuera.

Entonces quiso ser conocido Dios, aunque Él ya conocía todas las cosas. Se retiró dentro de Sí, y a partir de la tierra y del aire, del agua y del fuego, su sagrado aliento compuso al Hombre, que era fuerte y bello, el colmo de la creación. El Unicornio se maravilló mirándolo, y de pronto volvióse modesto y vergonzoso.

Como Asallam, el primer unicornio, no participó en la creación del Hombre, el Unicornio lo amó aún más y ante él se inclinó como un sirviente. Fue el Unicornio entonces la primera bestia que el hombre contemplara, la primera a quien dio nombre. Desde entonces hasta ahora el destino de ambas razas se ha ligado; conduce hacia la Luz y sólo elHombre puede allí seguirlo.

El primer Unicornio


Se lo llamó Asallam, el primer Unicornio de los nacidos, criatura de conformación temible y para contemplar hermosa, dotado de un cuerno de luz en espiral. Golpeó entonces Asallam, el primer unicornio, una roca desnuda, con su cuerno la penetró hasta grande hondura, y brotó una fuente de vida borboteante. Los fuegos se extinguían doquiera fluían esas aguas y empezaba la Tierra a fecundarse con multitud de cosas muy fructíferas.

Se alzaron grandes árboles, florecieron; y bajo su sombra se instalaron las bestias salvajes y domésticas. Todo esto era intención de Dios, y el Unicornio, el instrumento de su querer. De este modo se formo el Jardín del Unicornio, llamado Shamagim, que quiere decir Lugar donde hay Agua.

domingo, 17 de octubre de 2010

Dedicado a todas las Madres que han perdido a sus hijos, por las acciones de otros, por las omisiones de tantos, por la culpa de todos. Y a las que va


De hadas y ángeles

Hay quien no cree en un dios, pero cree en los ángeles. Hay quien dice que sólo los niños hablan y ven a los que ya no están aquí. Hay quien cree que las hadas están en la vida real, además de en los cuentos. Y estamos los que no creemos en nada pero nos ilusionan pequeños encuentros.

Cuando Helena tenía unos seis años, murió su abuelo paterno. Y todos tratamos de ocultárselo porque sabíamos lo que ella lo quería.

Pasado unos días, ella misma lo dijo: mamá, el abuelo se ha muerto ¿verdad? Sí, hija. Y en vez de restarle importancia tratar de consolarla, fue ella la que tuvo palabras de consuelo.

"Pero no importa mamá, me decía como intentando animarme. No importa porque se vuelve a nacer ¿verdad?

No sé de donde se sacó ella esa idea.

Yo no sabía que decirle. Tampoco necesitaba mentirla para consolarla porque parecía que lo tenía muy claro y muy asumido. Y le contesté lo más sinceramente posible: No lo sé. Nadie ha vuelto para decirlo.

LEYENDA DE UN AMOR


Cuentan las leyendas
que hay un paraíso
lleno de color
de corazones alados.

De hadas y duendes
donde están
las almas enamoradas,
las que saben amar.

Cuentan las leyendas,
que lo fundaron,
dos amantes,
con corazón de diamante.

Una pareja ejemplar,
que vivía en la pobreza,
pero con toda su riqueza,
que era su amor, amar.

Quisieron reafirmar su amor,
dando vida a la vida,
para traer a un nuevo ser,
fruto de los dos,
fruto del amor.

Ella con su preñez,
seguía haciendo feliz a su amor,
sus nueves meses de pasión.

Pero la desdicha llamó a su puerta,
días de nieves, fríos y heladas,
cuando el bebé decidió hacer su entrada.

El esmerado acariciaba a su amada,
con caricias, amor, ánimos, pasión.

El nuevo ser no podía salir,
cual horca segaba su cuello,
su propio alimento…,
el que vida le daba,
ahora la muerte,
en un fuerte nudo hallaba.

Antes de abrir su mirada,
apagando su luz,
sin nadie poder hacer nada.

El salió corriendo en busca de ayuda,
en la noche fría,
entre la noche oscura.

Él a ella le dijo…

No temas amada mía,
con ayuda vendré,
y saldremos airosos,
no tendremos tal desdén.

En su caballo a galope,
el corría entre la tormenta,
un alud a la vuelta,
cayó sobre él.

En su agonía,
solo veía a su amada,
el pedía a gritos,
sálvamelos cuida de ellos,
los necesito,
no puedo partir sin verlos.

Ella entre dolores,
intentaba parir,
cuando un vuelco el corazón,
le hizo decir:

Algo no va bien,
algo pasa aquí,
siento pena no dolor,
te necesito amor.

En esos momentos,
de la nada surgió una luz,
como una aparición,
vió a su amor.

Sin palabras,
él cogió al pequeño,
que yacía entre las piernas,
acogiéndolo entre sus brazos,
con su alma se quedó.

Ella desvanecía,
sentía perder el ser.

Su amado le dió la mano,
para que se dejara llevar,
ella vió a su hijo reír,
entre los brazos de su padre.

Déjamelo coger,
déjamelo acariciar,
es nuestro corazón,
latiendo a un mismo son.

Ella desangrada,
iba perdiendo la luz,
pero otra nacía,
era la de su amor.

Tras las nevadas,
la primavera llegó,
el deshielo,
las flores…

Verdes coloridos,
rosas rojas de pasión,
y en medio,
una casita.

Rodeada de flores,
con una gran luz,
dando la sensación,
de querer clamar tu atención.

Allí yacían los cuerpos,
de la familia que pereció,
tan unida,
que en piedra se quedó.

Dicen las leyendas,
que en la noche,
la casa brilla,
haciendo un haz de luz.

Que sale desde la casa,
que emerge en los cielos,
y se puede ver en las estrellas,
un Pegaso cual corcel,
que lleva a una pareja,
y un angelito tras él.

Cuentan las leyendas,
que el amor era tal,
que bajan para salvar,
a corazones alados,
que como ellos,
han sabido amar.

Y sus almas siguen vivas,
amándose para la eternidad.

Historia de una madre


Estaba una madre sentada junto a la cuna de su hijito, muy afligida y angustiada, pues temía que el pequeño se muriera. Éste, en efecto, estaba pálido como la cera, tenía los ojitos medio cerrados y respiraba casi imperceptiblemente, de vez en cuando con una aspiración profunda, como un suspiro. La tristeza de la madre aumentaba por momentos al contemplar a la tierna criatura.
Llamaron a la puerta y entró un hombre viejo y pobre, envuelto en un holgado cobertor, que parecía una manta de caballo; son mantas que calientan, pero él estaba helado. Se estaba en lo más crudo del invierno; en la calle todo aparecía cubierto de hielo y nieve, y soplaba un viento cortante.
Como el viejo tiritaba de frío y el niño se había quedado dormido, la madre se levantó y puso a calentar cerveza en un bote, sobre la estufa, para reanimar al anciano. Éste se había sentado junto a la cuna, y mecía al niño. La madre volvió a su lado y se estuvo contemplando al pequeño, que respiraba fatigosamente y levantaba la manita.
- ¿Crees que vivirá? -preguntó la madre-. ¡El buen Dios no querrá quitármelo!
El viejo, que era la Muerte en persona, hizo un gesto extraño con la cabeza; lo mismo podía ser afirmativo que negativo. La mujer bajó los ojos, y las lágrimas rodaron por sus mejillas. Tenía la cabeza pesada, llevaba tres noches sin dormir y se quedó un momento como aletargada; pero volvió en seguida en sí, temblando de frío.
- ¿Qué es esto? -gritó, mirando en todas direcciones. El viejo se había marchado, y la cuna estaba vacía. ¡Se había llevado al niño! El reloj del rincón dejó oír un ruido sordo, la gran pesa de plomo cayó rechinando hasta el suelo, ¡paf!, y las agujas se detuvieron.
La desolada madre salió corriendo a la calle, en busca del hijo. En medio de la nieve había una mujer, vestida con un largo ropaje negro, que le dijo:
- La Muerte estuvo en tu casa; lo sé, pues la vi escapar con tu hijito. Volaba como el viento. ¡Jamás devuelve lo que se lleva!
- ¡Dime por dónde se fue! -suplicó la madre-. ¡Enséñame el camino y la alcanzaré!
- Conozco el camino -respondió la mujer vestida de negro pero antes de decírtelo tienes que cantarme todas las canciones con que meciste a tu pequeño. Me gustan, las oí muchas veces, pues soy la Noche. He visto correr tus lágrimas mientras cantabas.
- ¡Te las cantaré todas, todas! -dijo la madre-, pero no me detengas, para que pueda alcanzarla y encontrar a mi hijo.
Pero la Noche permaneció muda e inmóvil, y la madre, retorciéndose las manos, cantó y lloró; y fueron muchas las canciones, pero fueron aún más las lágrimas. Entonces dijo la Noche:
- Ve hacia la derecha, por el tenebroso bosque de abetos. En él vi desaparecer a la Muerte con el niño.
Muy adentro del bosque se bifurcaba el camino, y la mujer no sabía por dónde tomar. Levantábase allí un zarzal, sin hojas ni flores, pues era invierno, y las ramas estaban cubiertas de nieve y hielo.
- ¿No has visto pasar a la Muerte con mi hijito?
- Sí -respondió el zarzal- pero no te diré el camino que tomó si antes no me calientas apretándome contra tu pecho; me muero de frío, y mis ramas están heladas.
Y ella estrechó el zarzal contra su pecho, apretándolo para calentarlo bien; y las espinas se le clavaron en la carne, y la sangre le fluyó a grandes gotas. Pero del zarzal brotaron frescas hojas y bellas flores en la noche invernal: ¡tal era el ardor con que la acongojada madre lo había estrechado contra su corazón! Y la planta le indicó el camino que debía seguir.
Llegó a un gran lago, en el que no se veía ninguna embarcación. No estaba bastante helado para sostener su peso, ni era tampoco bastante somero para poder vadearlo; y, sin embargo, no tenía más remedio que cruzarlo si quería encontrar a su hijo. Echóse entonces al suelo, dispuesta a beberse toda el agua; pero ¡qué criatura humana sería capaz de ello! Mas la angustiada madre no perdía la esperanza de que sucediera un milagro.
- ¡No, no lo conseguirás! -dijo el lago-. Mejor será que hagamos un trato. Soy aficionado a coleccionar perlas, y tus ojos son las dos perlas más puras que jamás he visto. Si estás dispuesta a desprenderte de ellos a fuerza de llanto, te conduciré al gran invernadero donde reside la Muerte, cuidando flores y árboles; cada uno de ellos es una vida humana.
- ¡Ay, qué no diera yo por llegar a donde está mi hijo! -exclamó la pobre madre-, y se echó a llorar con más desconsuelo aún, y sus ojos se le desprendieron y cayeron al fondo del lago, donde quedaron convertidos en preciosísimas perlas. El lago la levantó como en un columpio y de un solo impulso la situó en la orilla opuesta. Se levantaba allí un gran edificio, cuya fachada tenía más de una milla de largo. No podía distinguirse bien si era una montaña con sus bosques y cuevas, o si era obra de albañilería; y menos lo podía averiguar la pobre madre, que había perdido los ojos a fuerza de llorar.
- ¿Dónde encontraré a la Muerte, que se marchó con mi hijito? -preguntó.
- No ha llegado todavía -dijo la vieja sepulturera que cuida del gran invernadero de la Muerte-. ¿Quién te ha ayudado a encontrar este lugar?
- El buen Dios me ha ayudado -dijo la madre-. Es misericordioso, y tú lo serás también. ¿Dónde puedo encontrar a mi hijo?
- Lo ignoro -replicó la mujer-, y veo que eres ciega. Esta noche se han marchitado muchos árboles y flores; no tardará en venir la Muerte a trasplantarlos. Ya sabrás que cada persona tiene su propio árbol de la vida o su flor, según su naturaleza. Parecen plantas corrientes, pero en ellas palpita un corazón; el corazón de un niño puede también latir. Atiende, tal vez reconozcas el latido de tu hijo, pero, ¿qué me darás si te digo lo que debes hacer todavía?
- Nada me queda para darte -dijo la afligida madre pero iré por ti hasta el fin del mundo.
- Nada hay allí que me interese -respondió la mujer pero puedes cederme tu larga cabellera negra; bien sabes que es hermosa, y me gusta. A cambio te daré yo la mía, que es blanca, pero también te servirá.
- ¿Nada más? -dijo la madre-. Tómala enhorabuena -. Dio a la vieja su hermoso cabello, y se quedó con el suyo, blanco como la nieve.
Entraron entonces en el gran invernadero de la Muerte, donde crecían árboles y flores en maravillosa mezcolanza. Había preciosos, jacintos bajo campanas de cristal, y grandes peonías fuertes como árboles; y había también plantas acuáticas, algunas lozanas, otras enfermizas. Serpientes de agua las rodeaban, y cangrejos negros se agarraban a sus tallos. Crecían soberbias palmeras, robles y plátanos, y no faltaba el perejil ni tampoco el tomillo; cada árbol y cada flor tenia su nombre, cada uno era una vida humana; la persona vivía aún: éste en la China, éste en Groenlandia o en cualquier otra parte del mundo. Había grandes árboles plantados en macetas tan pequeñas y angostas, que parecían a punto de estallar; en cambio, veíanse míseras florecillas emergiendo de una tierra grasa, cubierta de musgo todo alrededor. La desolada madre fue inclinándose sobre las plantas más diminutas, oyendo el latido del corazón humano que había en cada una; y entre millones reconoció el de su hijo.
- ¡Es éste! -exclamó, alargando la mano hacia una pequeña flor azul de azafrán que colgaba de un lado, gravemente enferma.
- ¡No toques la flor! -dijo la vieja-. Quédate aquí, y cuando la Muerte llegue, pues la estoy esperando de un momento a otro, no dejes que arranque la planta; amenázala con hacer tú lo mismo con otras y entonces tendrá miedo. Es responsable de ellas, ante Dios; sin su permiso no debe arrancarse ninguna.
De pronto sintióse en el recinto un frío glacial, y la madre ciega comprendió que entraba la Muerte.
- ¿Cómo encontraste el camino hasta aquí? -preguntó.- ¿Cómo pudiste llegar antes que yo?
- ¡Soy madre! -respondió ella.
La Muerte alargó su mano huesuda hacia la flor de azafrán, pero la mujer interpuso las suyas con gran firmeza, aunque temerosa de tocar una de sus hojas. La Muerte sopló sobre sus manos y ella sintió que su soplo era más frío que el del viento polar. Y sus manos cedieron y cayeron inertes.
- ¡Nada podrás contra mí! -dijo la Muerte.
- ¡Pero sí lo puede el buen Dios! -respondió la mujer.
- ¡Yo hago sólo su voluntad! -replicó la Muerte-. Soy su jardinero. Tomo todos sus árboles y flores y los trasplanto al jardín del Paraíso, en la tierra desconocida; y tú no sabes cómo es y lo que en el jardín ocurre, ni yo puedo decírtelo.
- ¡Devuélveme mi hijo! -rogó la madre, prorrumpiendo en llanto. Bruscamente puso las manos sobre dos hermosas flores, y gritó a la Muerte:
- ¡Las arrancaré todas, pues estoy desesperada!
- ¡No las toques! -exclamó la Muerte-. Dices que eres desgraciada, y pretendes hacer a otra madre tan desdichada como tú.
- ¡Otra madre! -dijo la pobre mujer, soltando las flores-. ¿Quién es esa madre?
- Ahí tienes tus ojos -dijo la Muerte-, los he sacado del lago; ¡brillaban tanto! No sabía que eran los tuyos. Tómalos, son más claros que antes. Mira luego en el profundo pozo que está a tu lado; te diré los nombres de las dos flores que querías arrancar y verás todo su porvenir, todo el curso de su vida. Mira lo que estuviste a punto de destruir.
Miró ella al fondo del pozo; y era una delicia ver cómo una de las flores era una bendición para el mundo, ver cuánta felicidad y ventura esparcía a su alrededor.
La vida de la otra era, en cambio, tristeza y miseria, dolor y privaciones.
- Las dos son lo que Dios ha dispuesto -dijo la Muerte.
- ¿Cuál es la flor de la desgracia y cuál la de la ventura? -preguntó la madre.
- Esto no te lo diré -contestó la Muerte-. Sólo sabrás que una de ellas era la de tu hijo. Has visto el destino que estaba reservado a tu propio hijo, su porvenir en el mundo.
La madre lanzó un grito de horror: - ¿Cuál de las dos era mi hijo? ¡Dímelo, sácame de la incertidumbre! Pero si es el desgraciado, líbralo de la miseria, llévaselo antes. ¡Llévatelo al reino de Dios! ¡Olvídate de mis lágrimas, olvídate de mis súplicas y de todo lo que dije e hice!
- No te comprendo -dijo la Muerte-. ¿Quieres que te devuelva a tu hijo o prefieres que me vaya con él adonde ignoras lo que pasa?
La madre, retorciendo las manos, cayó de rodillas y elevó esta plegaria a Dios Nuestro Señor:
- ¡No me escuches cuando te pida algo que va contra Tu voluntad, que es la más sabia! ¡No me escuches! ¡No me escuches!
Y dejó caer la cabeza sobre el pecho, mientras la Muerte se alejaba con el niño, hacia el mundo desconocido.

Escrito por Per Jespersen

miércoles, 13 de octubre de 2010

Todos podemos tocar lo imposible...


Un saludo a toodos los hermanos Chilenos... un pueblo ejemplar.. q sobrevivo a crisis economicas.. politicas... desastres naturales... y q nos demostro q la union y la fe lo pueden todo...con toda mi admiracion, cariño....y respeto...

Lorena...
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