SENTIMIENTOS HUMANITARIOS

Sin mucho mas q decir sobre lo sucedido en chile... Esta todo mas q a la vista...
averigua donde podes ayudar a nuestros Hermanos de alma..
Siempre hay Lugares donde podemos aportar un granito de arena para toda esa gente q sufre.. q estan en la nada total y absoluta. Lo unico q les qda a esas personas y familias es la esperanza de saber q pueden tender la mano y de vos depende q sus esperanzas no decaigan...

Dios bendiga tus buenas obras, tu esfuerzo y tus ganas de cambiar el mundo...
LORE...
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Sólo entendemos el ‘milagro de la vida’ cuando dejamos que suceda lo inesperado. Todos los días Dios nos da, junto con el sol, un momento en el que es posible cambiar todo lo que nos hizo ‘infelices’. Todos los días tratamos de fingir que no percibimos ese momento, que ese momento no existe, que hoy es igual que ayer y será igual que mañana. Pero quién presta atención a su día, descubre el ‘instante mágico’, puede estar escondido en cualquier parte.”



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sábado, 11 de septiembre de 2010

LA HISTORIA VERDADERA


El hombre pez de Liérganes.

Estimado profesor Velmont: Uno de los misterios más intrigantes lo constituye sin duda el caso del hombre pez de Liérganes. Según los datos que saqué de Internet, de la página Web de la revista Investigación, en artículo firmado por Francisco Cabrera, la historia es la siguiente:

Liérganes es un pueblo de Santander. Allí vivían Francisco de la Vega y María del Casar, su esposa. De esta unión nacieron cuatro hijos. Uno de ellos protagonizaría uno de los sucesos más curiosos de nuestra ciudad. Cuando María del Casar quedó viuda envió a su hijo Francisco a la por ese entonces villa de Bilbao, para aprender el oficio de carpintero. Francisco, en esa época, tenía quince años. Esto ocurría en el año 1674. Un buen día, a la víspera del día de San Juan se fue junto con sus compañeros a bañarse a la ría de dicha villa. A Francisco le fascinaba la pesca y también la natación. Ese día comenzó a nadar ría abajo hasta que sus compañeros lo perdieron de vista. Como tardaba mucho en volver pensaron que algo malo podía haberle pasado.




Los compañeros notaron su tardanza y comenzaron a alertarse pensando que podría haberse ahogado. Corrieron de inmediato a contarlo al maestro del taller y éste a su vez, a su madre María, que lloró desconsolada. Al no aparecer le dieron por muerto.

Hasta aquí la historia parece normal, pero realmente no es así.

En 1679, un grupo de pescadores gaditanos vieron aparecer por las aguas, sumergiéndose en ellas a su voluntad y con recreo lo que parecía ser la figura de un hombre. Los pescadores en su curiosidad quisieron acercarse, pero el hombre-pez desapareció rápidamente. Este suceso lo contaron al llegar a tierra los pescadores y la curiosidad fue en aumento, tal que un día decidieron ir a buscarlo y capturarlo. Así se hicieron con una red que lo circundase y arrojándole pedazos de pan vieron que el hombre-pez los cogía y se los comía, de esta manera lo arrastraron hasta una barca donde pudieron atraparlo y llevarlo a tierra.

Lo observaron detenidamente y vieron que su constitución era humana, normal. Intentaron hablarle en diversas lenguas pero no respondió a ninguna de ellas. Luego se lo llevaron al convento de San Francisco, en la plaza del mismo nombre, donde lo conjuraron por si tuviese algún "espíritu maligno". Pero eso tampoco bastó para hacerle hablar.






Pasaron pues algunos días, durante los cuales no respondía a nada. Pero de repente su voz dejó esclarecer una palabra: "Liérganes". Los que allí estaban, sorprendidos, no sabían su significado a excepción de un mozo que resaltó que era de dicho lugar de Santander y que se hallaba en Cádiz trabajando.

A partir de este momento se comenzó a investigar sobre su paradero y familia.

Don Domingo de la Cantolla, secretario por entonces de la Suprema Inquisición, se hizo con el caso. Este mismo señor hizo un comunicado al pueblo de Liérganes, por si hubiese ocurrido algo "anormal" por allí. Tan sólo María del Casar recalcó que su hijo desapareció en la ría de Bilbao hace unos cinco años, pero que lo dieron por muerto.

En esos momentos se hallaba en el convento antes citado un religioso de la orden en una misión postulatoria. Fr. Juan Rosende, y enterado de la parte donde caía Liérganes, donde le pillaba de paso, decidió llevarlo consigo en su postulación.

Cuando los dos estaban cerca de Liérganes en un monte llamado La Dehesa, el religioso le dijo al mozo que fuese delante guiando, lo que hizo al dedilllo, como si conociese la zona. Llegando hasta la casa de María del Casar. María al verle entrar reconoció inmediatamente y con gran regocijo a su hijo Francisco, así como sus hermanos que también estaban en la casa. Pero Francisco ni se inmutaba, no mostraba ninguna emoción.

Fr. Juan Rosende dejó al mozo en casa de su madre donde estuvo nueve años de manera que nada le inmutaba, ni tampoco hablaba más que algunas palabras como tabaco, pan, vino, pero sin propósito de usarlos. Si se le preguntaba si quería algo no respondía, sin embargo al ofrecerle algo de comer lo tomaba y comía con exceso por algunos días, después pasaban otros tantos días sin tomar nada.

Una connotación peculiar fue la de que Francisco tenía gran puntualidad. Virtud que aprovecharon. Si alguno le mandaba llevar algún papel de un pueblo a otro, este lo hacía con enorme puntualidad.



En una ocasión, un sujeto del pueblo lo envió a Santander con un papel para otro sujeto, teniendo que pasar obligatoriamente por la ría que tenía más de una legua de ancha (algo más de 5000 metros). Buscó una barca en el sitio de Pedreña, y no hallando allí ninguna, se echó al agua y salió en el muelle de Santander, donde le vieron muchos mojado, junto con el papel.

En la descripción que hicieron de él lo describen como un hombre de estatura de unos seis pies, bien formado, de pelo rojo corto, las uñas gastadas por el salitre y siempre andaba descalzo.

Dicen algunos autores que tenía escamas aún cuando lo llevaron a Liérganes. Algunas de estas escamas sobre el espinazo y como una cinta de ellas desde la nuez hasta el estómago. Pero poco a poco se les fueron cayendo.

Después de estar nueve años, se volvió a perder de vista sin saber nada ya de él.

Esta es la historia que se conoce de este extraño suceso. Le agradecería si le puede preguntar a los Maestros de Luz cuál es la verdad, ya que hasta ahora nadie la sabe. Saludos.

EXTRATERRESTRE


He aquí un ejemplo del tipo 2, tal como lo dibujó el contactado brasileño Herminio da Silva
que junto con su esposa Bianca fue llevado a una nave espacial, con coche y todo, el 11 de enero de 1976.
Los extraterrestres tenían el pelo negro, eran muy bellos y median 2 mts. de altura.
Todo el suceso, que ha sido exhaustivamente investigado, es muy bello y aleccionador.
Los abducidos fueron muy bien tratados y depositados en un lugar cerca de Belo Horizonte,
a donde se dirigían, que estaba a 300 kms. de donde habían sido abducidos.

1) EXTRATERRESTRE DE TALLA REDUCIDA. Promedio 1,40 m. Cabeza algo abultada. Calvos o con casco. Tez aceitunada. Vivaces, ágiles. Uniformados con la clásica vestimenta de «acuanautas. Se muestran curiosos, inquisidores, se acercan al hombre y actúan sobre él.


2) EXTRATERRESTRE DE TALLA NORMAL. Promedio 1,70 m. Aspecto general muy similar a los humanos. Pelo rubio, largo. Tez blanca, ojos claros. Movimientos normales. Vestimenta similar a la de un esquiador o piloto de automóvil. Se muestran Indiferentes o rehúyen el contacto con el hombre.

3) EXTRATERRESTRE DE TALLA GIGANTE. Promedio 2 m. Espigados. Tez extremadamente lechosa. Calvos o de cabellos cortos y casi blancos. Ojos muy claros.

DIVERSOS TIPOS DE EXTRATERRESTRES (Según Leonard Stringfíeld)


I Tipo nórdico. Altos. De 1.90 a 2.20 de estatura.
En sus facciones son como los humanos.
Visten y calzan de maneras variadas.
Hablan lenguas que se parecen algo al hebreo.

II
Algo menores de estatura. Entre 1.70 y 1.90 mts.
Muy parecidos a los humanos. Idiomas articulados. Cabezas grandes sin pelo.
Ojos algo salientes. Varios tipos de orejas. Nariz y boca pequeñas. Labios no carnosos y finos. Piel blanquecina traslúcida. Hombros y brazos fuertes. Torso corto. Brazos y pies un poco largos.
Llevan vestidos de una pieza y algún tipo de calzado.
No suelen llevar cremalleras ni botones.

III
Estatura aún más pequeña. De 1.20 a 1.50 mts.
De apariencia humana.
Se comunica mediante «clicks» y pequeños chillidos.
Grandes cabezas abultadas sin pelo.
Ojos grandes rasgados e inclinados.
Casi sin nariz ni orejas.
Piernas flacas con pies pequeños, planos por arriba.
Cuerpo fino.
Brazos y manos muy largos.
Cuatro dedos pequeños en los pies, y a veces ninguno.
Vestido de una pieza sin abertura alguna.

IV
Muy pequeños de tamaño. De 70 a 90 cmts.
Torso rechoncho. No cuello. Cabeza de forma diferente.
Frecuentemente un único órgano sensorial en medio de la cara o de la cabeza.
No brazos.
Piernas gordas y cortas.
Pies con dedos cortos como de elefante.
No hacen sonidos oíbles.
Vestidos de una pieza, que les cubren el torso.
Los que se han visto parecen ser del mismo sexo.

Estas son reproducciones de hadas segun su fisionomia, y se exponen en un museo Español:




Mas de las Haditas



Las hadas son pequeños seres luminosos, que son protectoras de la naturaleza, y que y que pertenecen a ese maravilloso y fabuloso mundo de los duendes, los elfos, los gnomos, etc.

hadasA las hadas se les suele representar cómo seres femeninos, y, generalmente, mujeres hermosas y con cara de ángel. Suelen ser seres pequeños y de origen sobrenatural, que posee poderes mágicos.
De hecho muchas de ellas están representadas con una varita mágica, a través de la cual despiden infinidad de chispas luminosas.

Una de sus rasgos más característicos es su capacidad de cambiar de apariencia. Pueden presentarse con apariencia humana (que es cómo se las conoce principalmente) o con un aspecto animal o, incluso, vegetal.

Entre las muchas cosas que se puede destacar de las hadas es su cariño y cercanía a la naturaleza. Aunque la que más es su pasión por la música. No sólo les encanta la música, es que tienen una gran voz y un gran talento natural.

La prueba la tenemos en Ulises, que nos narra en su Odisea que tenía miedo a la voz sugerente de las sirenas, ya que hechizaba de tal manera a los marineros, que muchos de ellos perdían la consciencia escuchando esa dulce y melosa voz y se lanzaban al agua o no eran capaces de controlar el barco y se chocaban con otros buques.

Pero la música no es sólo canto. Las hadas adoran bailar. Además, poseen un baile precioso: Se reúnen en corro, formando un círculo mágico, y saltan y bailan alrededor del mismo, de una forma alegre y jubilosa.
Una de las noches en las que podemos encontrar a un grupo de hadas bailando es “La noches de San Juan”, que dicen es su noche favorita.

sirenas hadas y duendes



Hadas y duendes...con sirenas jugaban
por las aguas azules y blancas espumas.
Los duendes se esconden al ver a la luna,
en cambio las hadas besos regalaban
y en la arena traviesa un rayo de plata
se queda esperando a la bella sirena.
Los duendes la arrullan entre las rocas,
no quieren que a la arena vaya...
la embruja la luna con su luz de plata.
Juegan las hadas, se animan los duendes
por las verdes agua de la mar serena.
Dos... son ya las sirenas de largos cabellos y blancas escamas,
se las peina la brisa que habita en la bruma de la madrugada.
Se esconden los duendes detrás de las hadas,
en los anchos huecos de los acantilados.
Las sirenas juegan con las caracolas,
que dejaron las olas en la blanca arena.

lunes, 6 de septiembre de 2010

La mortalidad de las hadas parte uno



Un tema discutido y discutible es la mortalidad de las hadas, ¿son mortales como los humanos o inmortales como los dioses? En este tema, salvo excepciones, parecen todos ponerse de acuerdo en afirmar que las hadas son mortales, pero eso sí, su vida es mucho más larga que la nuestra.

Recordemos que su tiempo no es el mismo que el nuestro, que un año en la vida de un hombre es un día en el mundo de las hadas. El tiempo, al transcurrir tan lento, hace que tarden mucho en envejecer y en morir. Esta lentitud del tiempo puede provocar la sensación de que no transcurre, de que no envejecen, y que no mueren.

Pero no es cierto. No hay que equiparar la muerte de las hadas con la de los humanos; las hadas simplemente desaparecen. Para que una Asrai muera, es suficiente con que le dé la luz del sol, que la disuelve en agua, y cuando el agua se seca desaparece. Para matar a una Dríade basta talar el árbol en el que ella vive, al matar el árbol muere con él su hada.


Hay personas que aseguran haber presenciado el funeral de un hada, una procesión de pequeñas criaturas llevando un cuerpo sobre un tálamo hecho de flores. Coincido con algunos autores en la opinión de que no es un funeral real, sino que sólo están jugando a imitar a los hombres. Dos pensamientos me llevan a opinar esto: uno, las hadas no ven la muerte como los hombres, no es algo doloroso, por lo que no tendría sentido verlas realizar algo serio como una procesión, más propio sería ver un baile como muestra de alegría por la muerte, no una procesión en silencio llevando un cuerpo; y dos, se sabe que muchas de las hadas desaparecen al morir, lo que no les permitiría llevar su cuerpo a ningún sitio.


El mundo humano y el élfico se muestran completamente opuestos en en el pensamiento. Parece ser que en el mundo élfico no podemos hablar de un pensamiento construido como tal, sino que sólo podemos hablar de conductas, modos de actuar.


Según afirman las hadas no tienen alma, por lo que es más fácil de comprender que tengan una conducta tan diferente de la humana. Al parecer, las hadas no tienen un alma individual, sino colectiva, lo que explicaría mucho de su forma de actuar.

Explicaría su deseo de tener un alma el que en ocasiones se muestren traviesas o malas con el hombre, fruto de la envidia, o también el que anhelen por otro lado unirse a los hombres. El matrimonio con un hombre les daría un alma, por eso es tan terrible para la ley de las hadas el casarse con un hombre, porque se alejan del alma colectiva que las une a las demás.

En algunos relatos de matrimonio entre hada y mortal, el hada le pone como condición que jamás le diga lo que oye cuando pasa de nuevo por el sitio donde la recogió, que nunca le diga lo que están diciendo sus hermanas, porque entonces tendría que volver. Normalmente lo que suelen decir es “vuelve con los tuyos”, entre llantos. El dolor que sienten sus hermanas nos confirma la traición que supone para las hadas el que un hada se case con un mortal.

Dríades


En la mitología griega, las Dríades (en griego antiguo Δρυάδες druádes, de δρῦς drũs, ‘roble’) son las ninfas de los robles en particular y de los árboles en general.

Surgieron de un árbol llamado «Árbol de las Hespérides». Algunas de ellas iban al Jardín de las Hespérides para proteger las manzanas de oro que en él había. Las dríades no son inmortales, pero pueden vivir mucho tiempo. Entre las más conocidas se encuentra notablemente Eurídice, la mujer de Orfeo.

La tradición tardía distingue entre Dríades y Hamadríades, considerándose las segundas asociadas específicamente a un árbol, mientras las primeras erraban libremente por los bosques.

Pedro el duende


Cuentan las leyendas que había una vez un duende al que llamaban Pedro. Nadie sabía de dónde venía y nadie lo había visto nunca, pero todos sabían que era de color azul.

Dice mi padre que el azul es el color de la felicidad y la alegría, yo no lo sé, soy feliz y me gustan todos los colores, el azul también.

Pedro era un duende muy juguetón, de hecho era un duende niño, había sido condenado por las hadas ha ser eternamente niño.

Pedro cuando era un niño como nosotros, era muy malo, nunca sonreía, siempre les estaba pegando e insultando a otros niños, no estudiaba y no les hacía caso a los profesores, ni a sus papás…siempre estaba castigado, pero aún castigado daba miedo.

Cuando creció y fue un hombre grande muy grande, era todavía más malo.

Les reñía a los niños cuando los veía jugar, les cogía los dulces

y se los guardaba en los bolsillos de sus pantalones que eran enormes, rotos y sucios.

A su paso todo se volvía oscuro, se levantaba un viento frío y los árboles temblaban de miedo.

Los niños corrían a esconderse, para que no les robara sus juegos. Las personas mayores se guardaban de verle a los ojos porque les quitaba la alegría y no volvían a reírse nunca ni a ser felices…

Pedro daba mucho miedo, nadie sabía donde vivía, aparecía entre las sombras y entre la oscuridad y entre ellas desaparecía.

Se cree que tenía un castillo en lo alto de la montaña, pero nadie se atrevía a subir.

Siempre había mucha niebla y se escuchaba el ulular del viento, y graznar de las aves o algo que se les pareciera; nadie sabía a ciencia cierta que habitaba tras la niebla.

Poco a poco la situación iba haciéndose insostenible, y Pedro se apoderaba de los juegos de los niños, de su alegría y espíritu.

El pueblo se estaba convirtiendo en un lugar muy triste.

Ante tal situación los ancianos del pueblo, que son los que más saben, decidieron pedir ayuda a las hadas y contarles lo que estaba ocurriendo

que el pueblo perdía la alegría y el espíritu de juego de los niños.

Entonces las hadas al enterarse, y comprobar lo que estaba ocurriendo, tomaron la decisión de castigar a Pedro por ser tan malo. Y con sus varitas mágicas, pues necesitaron más de una, hicieron un conjuro que decía así:

Pedro, has sido muy malo, has quitado la alegría a los niños, y les has robado sus juegos. Te condenamos a convertirte en un duende niño por los siglos de los siglos.

Vagarás en cada corazón y en cada espíritu de niño y no lo abandonarás nunca.

Volarás con el viento repartiendo alegrías, te mecerás en las copas de los árboles cantando con los pájaros

pintarás arco iris en el azul del cielo

Y ese será tu color, el color del universo, el color de la felicidad. Allá donde un niño esté triste

tú lo harás sonreír

Allá donde un niño no tenga con quién jugar, tú jugarás con él…

Allá donde un niño esté enfermo

O tenga miedo, tú velarás sus sueños.

Vuela Pedro…vuela…por el poder de las hadas, por la magia de nuestras varas

vuela Pedro…vuela…a partir de ahora eres un duende…sssssssssssschhhhhhhhhhhhhh…


Y desde entonces en cada niño habita un duende, en cada persona vive una magia muy especial, unos la mantienen a través de los años, otros la pierden. Unos siguen siendo niños y descubriendo cada día la vida, la capacidad de soñar, de jugar
de pisar los charcos cuando están sonriendo, de abrazarse a la tierra, de darle un beso a un árbol porque te hizo cosquillas con una mano,de pintarse la cara color de arco iris y ser una cometa que lleva el viento haciéndole caricias a las nubes de cantar con los pájaros canciones azules melodías de juegos que nacen en los aromas de las flores silvestres de correr por el campo gritando muy fuerte cogidos de la mano de Pedro…

Pedro nos acompaña todos los días, es muy rápido, dice mi padre que como un rayo,
nunca vi un rayo, pero yo veo a Pedro, mi padre no lo sabe, y Pedro y yo nos reímos, es nuestro secreto. Pedro me cuenta historias, tiene la voz muy, muy aguda, es azul y es muy simpático, siempre le hacemos bromas a mi padre…jajaja…cómo nos reímos…le movemos las columnas y las puertas para que se choque con ellas, y no le avisamos, también le movemos los charcos…jajaja…pero después le contamos cuentos y cantamos canciones. Mi padre también se ríe mucho. Él no lo sabe, pero yo sé que él es Pedro, es mi duende favorito, es un niño mayor, a veces está un poco loco, pero Pedro es así, los duendes siempre son un poco locos. Dice mi padre que tengo que cuidar muy bien a Pedro para que no me abandone nunca, yo siempre comparto todo con Pedro, le doy galletas, algun dulcele dejo mis peluches mis pinturas yo le quiero mucho, a veces me enfada, me hace cosquillas en un oreja, luego me despeina, mueve el viento muy fuerte, se me mete en un bolsillo, es un poco travieso, pero él me quiere mucho. Siempre vamos juntos para cama, él a veces no quiere ir, y yo le tengo que reñir, porque por las mañanas no hay quien lo levante para ir al colegio. Siempre va conmigo. Sí…ya voy Pedro…vale, ahora jugamos…

Bueno los tengo que dejar Pedro me llama.

Ésta es la leyenda de Pedro el duende y la magia de ser niño. Mientras existan duendes como Pedro, la vida seguirá escribiéndose con colores…

Voy…Pedro…

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Los gnomos


Un gnomo es una criatura legendaria, caracterizada por su tamaño diminuto, por utilizar sombreros cónicos y por su forma de vida subterránea. Según el alquimista Paracelso, los gnomos son los espíritus elementales más importantes de la tierra.

En otras tradiciones son llamados goblins simplemente por ser pequeños, deformes y dañinos. Se cree que tienen poderes mágicos que pueden provocar sensaciones de tristeza o sentimientos de felicidad en las personas.

El gnomo es un derivado de la palabra “gnomos”, que evolucionó del latín “nuevo” y del griego “gnosis”, cuyo significando es “conocimiento”. Según algunos mitos, los gnomos reunieron conocimientos secretos junto a sus tesoros.

En los cuentos de hadas germánicos -incluyendo los relatos de los hermanos Grima- los gnomos son retratados como viejos de tez arrugada que conservan fortunas enterradas y viven bajo tierra.

Por eso, los banqueros suizos a veces son llamados “los Gnomos de Zurich”. Estas criaturas provienen de diversas leyendas populares de Europa Central, del Norte y del Este. A veces reciben otros nombres: kaukis (así se llaman los gnomos prusianos) o barbegazis, criaturas similares a los gnomos pero de grandes pies. Estos últimos aparecen en las antiguas tradiciones de Francia y de Suiza.

En otras culturas se los llama tengu, que son gnomos con alas. También se los confunde a veces con otras criaturas míticas como goblins y enanos.

Si bien los gnomos casi nunca aparecen como protagonistas de historias fantásticas, en el folklore germánico, Rübezahl es el amo del mundo terrenal: su aspecto se parece al de un gnomo de la montaña. En algunas tradiciones se lo llama “El rey Gob”.

Rudolf Steiner y otros filósofos anteriores ofrecieron conferencias donde analizaron la figura del gnomo y su útil función en el desarrollo de la vida de las plantas.

Las fuentes modernas representan a menudo a los gnomos como valientes seres diminutos que usan típicos sombreros rojos, cónicos. Sus vestimentas son azules, rojas o verdes. Habitualmente se lo ilustra con una larga barba blanca.

Campanita


Tinker Bell, en español conocida como Campanilla o Campanita, es un personaje ficticio en la obra de J.M. Barrie y la novela posterior Peter y Wendy, al igual que numerosas adaptaciones incluyendo el ampliamente conocido filme animado de Disney Peter Pan. En el libro y obra original, Campanilla es descrita como un hada común que arregla ollas y teteras, (definición de tinker en inglés), y a veces se refiere a ella simplemente como "Tink". Aunque a veces es malcriada y vengativa, otras veces es servicial y amable con Peter (por quien aparentemente tiene sentimientos románticos).

Los extremos en su personalidad son explicados en la historia por el hecho de que su tamaño de hada previene que tenga más de un sentimiento a la vez. Campanilla, como otras hadas en las obras de Barrie, puede hacer que otros vuelen espolvoreándoles polvo de hada.

Las hadas de Barrie dependen de la creencia y la fe de otros para sobrevivir. En una famosa escena ella está muriendo, pero sobrevive si otra gente cree en las hadas. En la obra los personajes les piden a los niños que están viendo que la mantengan con vida gritando "Yo creo en las hadas," y aplaudiendo, un ejemplo de interacción con el público. En la novela y la película del 2003, Peter llama a los niños dormidos del mundo de la historias para que crean en ella. Al final de la novela, cuando Peter regresa a la casa de los Darling después de un año en Nunca Jamás, se revela que Campanilla "no está más" ya que "las hadas no viven por mucho tiempo, pero son tan pequeñas que un rato corto les parece un buen rato." Peter la ha olvidado. Las adaptaciones en pantalla omiten esta escena.

Los duendes y San PATRICIO


Los duendes y en especial los Leprechaun son parte de la simbología popular de esta festividad de San Patricio. Los antiguos relatos que de boca en boca han llegado a nuestros días, hablan que los duendes te visitarán por las noches, pellizcándote las piernas, si no luces algo de color verde el día de San Patricio.

El leprechaun, es el duende característico de Irlanda; su nombre que deriva de la palabra irlandesa luchorpan que significa “el cuerpo pequeño.” Un leprechaun es un hada que toma la apariencia de una miniatura de hombre viejo. Leprechauns son criaturas solitarias y se pasan su tiempo fabricando zapatos. Si caminas por los bosques de Irlanda, el Día de San Patricio y tienes la oportunidad de escuchar el sonido de un martillo, es por que hay un leprechaun trabajando.

Si logras capturarlo, tendrá la obligación de llevarte al escondite de las monedas de oro, mas, cuidado, por que son muy hábiles y si lo perdés de vista desaparecerá al instante.


Otra leyenda cuenta que San Patricio, tras haber fundado su primera iglesia, invitó a los paganos celtas a convertirse al cristianismo. Tras llevar a cabo varios milagros, la fe cristiana comenzó a ganar adeptos en Irlanda. Los druidas, siendo sacerdotes de los dioses paganos, vieron ésto con alarma. Se cuenta que invocaron una tropa de duendes y la enviaron a la iglesia con tal de hacer la vida imposible a San Patricio y a los desertores, ahora cristianos. Los feligreses comenzaron a quejarse que los duendes no los dejaban rezar y hacían un sin fin de desmanes en el templo, por lo que San Patricio decidió hacerles frente, sabiendo que era obra de los druidas. Una vez dentro del templo, les enfrentó con las siguientes palabras: "En nombre de Dios Todopoderoso yo los expulso, espíritus impuros", y fue así como San Patricio desterró a los duendes de la iglesia.

Es por eso que en Irlanda la imagen de San Patricio es muy utilizada para exorcismos de duendes y protección contra éstos, ya que los duendes no soportan la imagen del hombre que les desterró de la casa de Dios

Hadas de la expresion


Esta es el Hada que ayuda e interviene en las diferentes formas de expresión humana, por ejemplo: en la danza, estiliza la postura dando al cuerpo elongación y gracilidad de movimientos; en la cocina, abre y estimula la percepción de olores y sabores; en lo literario, descubre palabras efectivas y de significación poética para esclarecer un pensamiento; en el arte, afloja los dedos dando soltura a la pincelada o el trazo.

A los actores, les agita la sensibilidad y el poder histriónico. A los amantes, los ilumina e inspira al hacer el amor, a los místicos, los conecta profundamente con el sentir religioso permitiéndoles exponer su corazón a aquellos que los escuchan.

Los vigilantes de los elfos


Cuando los Elfos llegaron a la Tierra desde sus inexpugnables moradas, acostumbraron a habitar en medio de los bosques vírgenes. Trataron por todos los medios de mantener alejada a la Gente Grande de allí, y para ello utilizaron a Vigilantes, seres humanos sometidos a los Elfos por poderosos encantamientos. Cuando un ser humano entraba en sus posesiones, los Vigilantes daban aviso a los Elfos y estos, la mayor parte de las veces, los sometían a tormentos despiadados hasta que morían. Sólo los poetas y los soñadores podían tener alguna posibilidad de salvarse de las maldiciones élficas, aunque poco les duraba la suerte si caían en manos de los Vigilantes, celosos de su fortuna y condenados a no poder huir de los Elfos.

Esta es la historia que se cuenta en las cabañas de Irlanda sobre un Vigilante de los Elfos que consiguió escapar:

La princesa Juana vivía en su castillo cercano a los bosques de Carterbaugh, pero el celo de su padre el rey la obligaba a sufrir una clausura más propia de monjas que de muchachas de su edad. Por eso, el día que halló unas piedras derrumbadas en la vieja tapia que rodeaba el huerto no se lo pensó dos veces, se arremangó las faldas y pasó por la oquedad hacia el horizonte verde poblado de árboles que se extendía ante ella. Corrió durante más de media hora, sin atreverse a volver la mirada, temiendo ver a los guardianes persiguiéndola a caballo. Pero esas eran imaginaciones suyas. En realidad los guardianes tenían otras cosas más importantes de las que ocuparse, pues el rey había convocado un importante consejo ante la inminencia de unas violentas revueltas en la comarca.

La princesa Juana se dio cuenta de que se hallaba en el interior de un bosque cuando empezaron a escocerle los arañazos de sus manos y de su rostro. De repente, el sol que lucía al salir del castillo había desaparecido bajo la sombra de los imponentes árboles y de sus apretadas copas. No había sendero para sus pies doloridos, ni banco para reposar, pero nada de eso importaba: la libertad era la libertad. Entrevió un rayo dorado que hendía la húmeda atmósfera entre los troncos grises y las enmarañadas ramas. Se dirigió hacia allí, dejando más retazos de sus prendas enganchados a las zarzas. El sol había conseguido colarse e iluminaba una pequeña pradera con flores azules y violetas. Aquello sí que era belleza y no el ordenado jardín de tulipanes del castillo. Se recostó la princesa, luego, riendo, como una niña, se revolcó sobre la hierba húmeda, y, al fin, se sentó, feliz y risueña. No pudo resistir la tentación de arrancar las flores de tallo más largo, pero se detuvo en seco al escuchar un ruido tras de sí, entre los árboles. El corazón comenzó a latirle deprisa. Escrutó con la mirada todo a su alrededor sin distinguir nada anormal, salvo ramas, hojas y troncos; sombras y luces; crujidos y aleteos; lo normal, se dijo, en un bosque como éste. Pero la voz que escuchó no la esperaba, y le hizo dar un respingo:

Siento deciros que debéis abandonar este lugar cuanto antes, Milady.De un árbol se descolgó un joven, que fue a parar delante mismo de ella. La princesa se puso rápidamente en pie, tratando de recuperar por todos los medios la dignidad perdida.
-¿Y quién me lo ordena, señor?¿Quién osa a decirle lo que tiene que hacer la hija del rey en sus dominios?
-Milady, estos dominios son libres, y por ser libres, pertenecen en exclusiva a los Elfos. Que yo sepa, nadie os ha dado permiso para arrancar esas flores, por muy hija de rey que os considereis.

El joven contestó con arrogancia y con una pizca de furor contenido. Pero todo su aplomo se vino abajo cuando la princesa siguió diciendo:

Mis excusas, entonces, por mi ignorancia. Apenas he salido más allá de los límites de la muralla de mi castillo y no conozco las antiguas costumbres más que lo que cuentan las comadres junto al fuego. Si os he molestado...- y terminó inclinando la cabeza.
-Perdonadme a mí, por mi brusquedad...
-dijo entonces el hombre, mostrando un pesar real, desarmado ante la sencillez de la dama, y deslumbrado por su belleza
- Mi nombre es Tam, y mi trabajo es alejar a los humanos de este bosque, pues soy un Vigilante de los Elfos. Yo debería ahora dar el aviso y apresaros para someteros a su voluntad, mas no temáis, bella dama, que no lo haré. Antes bien, os acompañaré hasta los lindes de Carterbaugh, si aceptáis mi humilde compañía.
-No sólo la acepto, Sire, sino que me agradaría gozar de vuestro acompañamiento por más tiempo, y desearía que aceptárais la hospitalidad del rey y la mía propia, y viniérais a alojaros al castillo.
-Mi Señora... eso no es posible, los Elfos, mis amos, nunca lo consentirían. Estoy condenado a permanecer aquí siempre, salvo que ocurriera algo muy especial que ni soñar puedo.
-Por favor, Sire, decídme qué es necesario para ello, ¿necesitáis riquezas con las que comprar vuestra libertad?¿armas acaso? ¡Decídmelo presto y haré que os lo consigan!

El joven la miró con ojos arrobados, se acercó a ella y la tomó de la mano, haciendo un gesto para acomodarse juntos sobre la hierba.

-Milady, vivo aquí escondido desde muy niño. Soy hijo único y ya he perdido toda mi esperanza de volver a ver con vida a mi padre ni a mi madre. Cuando cumplí doce años insistí para que me dejaran participar en una cacería, a pesar de la oposición inicial de mi padre. Lo logré y a duras penas aguanté unos minutos con el grupo a caballo. Mi inexperiencia, unida a mi arrogancia, me llevaron a perderme por el bosque malmontado en mi cabalgadura. Oscurecía, se levantaba el fuerte viento del norte, no notaba ya las manos desnudas y pronto un calambre me hizo caer de la montura. El caballo huyó relinchando de miedo. Eso es lo último que recuerdo. Cuando desperté me di cuenta de que estaba en posesión de los Elfos. Ellos me criaron y me obligaron a hacer la promesa que desde entonces me ata a su servicio.

El sol que antes iluminaba el claro se había ido apagando. La luz era ahora rojiza. Las flores se habían cerrado sobre sí mismas, esperando la noche.

-Dentro de una horas, Milady, los Elfos, encabezados por su Reina, organizarán una cabalgata para ir a celebrar la Fiesta del Solsticio. Si antes de que amanezca sigo con ellos, estaré definitivamente condenado, sometido a ellos de por vida. Sólo hay una posibilidad, pero es tan pequeña que no merece la pena que os apesadumbre más con mis cuitas, mi Señora, por favor, acompañadme, salgamos de aquí, antes de que caiga la noche.

El joven se levantó con gesto decidido, pero Juana le cogió de la mano y le obligó a seguir sentado junto a ella.

-Confiad en mí, Tam. Una corazonada me dice que nuestro encuentro no ha sido fortuito. Decídme, por lo que más queráis, cuál es esa esperanza de la que habláis, y no me ocultéis nada como me parece que hacéis, quizá pensando que de esa forma me protegéis. Antes al contrario, si no os puedo ayudar, permaneceré aquí hasta que lleguen ellos, y, oídme bien, estoy dispuesta incluso a convencer a la mísmisima Reina de los Elfos de que os libere. Así que, ¡hablad presto, Sire!

La determinación parecía tan firme, su apostura era tan regia, que el joven Tam acabó por ceder, e inclusó llegó a recuperar un atisbo de confianza en la posibilidad de salir de allí.

-Está bien, mi Señora, creo que podemos intentarlo. Escuchad atentamente porque deberéis hacer todo exactamente como os lo diga, de no hacerlo así las consecuencias serían terribles, y no llego a imaginar de qué sería capaz la Reina élfica con una princesa humana bajo su poder... Recordad que nos encontraremos frente a poderes muy antiguos, no hablamos de fuerza ni de inteligencia, así que no tratéis de usar ni la una ni la otra. Ante los Elfos no sirve de nada preguntarnos la razón de lo que vemos, sencillamente lo vemos, sucede y ya está. Y debo preveniros de que os vais a enfrentar a sucesos horripilantes, pero deberéis soportar todas las visiones sin ceder en nada, sin flaquear ni un sólo instante. Pensad que el sufrimiento es tal sólo cuando lo reconocemos así ¿Estáis dispuesta a pesar de todo?

La joven tan sólo pudo asentir con la cabeza, notaba un nudo en el estómago, la lengua paralizada y la boca seca.

-Como os decía antes, esta noche la Reina y su Corte de Elfos pasarán por la encrucijada que hay en el centro del bosque. Irán de camino hacia el castillo en ruinas, donde acude todo el Pueblo de las Hadas a celebrar el Solsticio. Deberéis estar allí, en el cruce mismo, escondida. Veréis a la Reina en cabeza, montada en su caballo y seguida de cerca por un grupo de jinetes. Detrás marchará otro grupo que dejaréis pasar. Por último, yo cabalgaré con los del tercer grupo. Me reconoceréis por mi montura, que será blanca, y por una cinta dorada con la que ceñiré mi cabello. Acercaos entonces, sin mirar atrás, tomad las riendas de mi caballo y detenedlo. Yo me deslizaré de la silla y vos me tomaréis entre vuestros brazos. No me dejéis fuera de vuestro abrazo pase lo que pase, y sobre todo, por lo que más queráis, no habléis, no abráis vuestros labios por muchas visiones terroríficas que contempléis. Porque si eso sucede... Dios no lo quiera, sólo una palabra, y todo resultaría en vano, la desgracia caería sobre vos y sobre mí.

La princesa asentía continuamente, y trataba de dibujar una débil sonrisa que ocultara el temor que sentía en ese momento. Se levantaron y esta vez fue Tam el que cogió su mano y la acercó a sus labios:

-Y ahora debo marcharme. Confío en Vos, mi Señora, si algo saliera mal, con mi vida defenderé la vuestra, no lo dudéis. Y cuando salgamos de aquí, os lo juro por la memoria de mi padre y por esta su espada, seré vuestro esclavo y vuestro paladín.

Dicho esto, echó a correr y desapareció entre los árboles enseguida. La princesa se dió cuenta entonces de que la noche ya se había cerrado sobre el bosque, oscuridad sobre oscuridad, y se apresuró a buscar el camino que la conduciría a la encrucijada. No fue muy difícil, después de unos instantes de aturdimiento. El estrecho sendero pelado, sin hierba, resaltaba por su claridad sobre el resto de la maleza, y lo siguió, hasta llegar enseguida a otro lugar abierto, donde confluían los demás caminos. Allí, detrás de un matorral se escondió, dispuesta a esperar a la Cabalgata de los Elfos, tratando de acallar el ritmo desesperado de su corazón.

No pudo saber cuánto tiempo pasó. Un ruido como de hojas arrastradas por el viento la sacó de su ensimismamiento. Por el camino de su izquierda los árboles parecían moverse. Unas sombras se fueron haciendo cada vez más consistentes. Alguien vestido de un blanco deslumbrante, visible aún en medio de la negrura de la noche, como una fosforescencia venida de otros mundos, apareció ante sus ojos. Se trataba de la imponente figura de la Reina de los Elfos, ataviada con gasas de suaves colores luminiscentes, tan claros que parecían blancos. Sobre su rostro brillaban, fríos, dos ojos verdes como fuegos fatuos. Montaba a la antigua usanza inglesa, a la dama, sobre un soberbio ejemplar negro, tan oscuro que parecía cabalgar sobre el vacío del firmamento. Al pasar a su lado, la princesa se echó a temblar, porque en ese momento la Reina élfica bajó la cabeza un instante, hacia el matorral que le servía de escondite. Afortunadamente, un caballero se adelantó unos pasos colocándose entre ella y la reina, y siguieron su camino. Detrás, el grupo estaba formado por una veintena de elfos y elfas, se oían canciones lejanas y música de laúd y arpa. Pero Juana observó con gran extrañeza que las pisadas de los cascos de los enormes caballos, todos negros, no hacían ningún ruido. Al cabo de un rato que a la muchacha le pareció muy breve, apareció el segundo grupo de jinetes, con los caballos animados en un lento trotecillo. Este grupo resultaba mucho más curioso que el anterior. Supuso que se trataba de los guerreros elfos, pues iban vestidos con armaduras que despedían destellos verdes, como si la luz saliera del mismo metal bruñido. Espadas y lanzas, escudos y jabalinas refulgían como estrellas de plata. Algunos lucían yelmos coronados por impresionantes penachos, plumas flamígeras y cabezas de dragones y murciélagos. Otros llevaban los joviales rostros descubiertos y sus dientes también brillaban con una extraña blancura fosforescente. Los caballeros élficos gritaban y reían a carcajadas, y con ellos cabalgaban tanto en sus propios caballos como a las grupas de los de los hombres, hermosas damas ataviadas con vaporosos vestidos de cortesanas. En torno a ellos, por debajo de las largas patas de los caballos, sujetos a las crines y a las colas, dando brincos circenses, una tropa de hombrecillos grotescamente ataviados correteaba de aquí para allá, parloteando incomprensibles jerigonzas con voz chillona, cantando y soplando flautas de todos los tamaños y formas. Cuando desaparecieron por el recodo del camino que se internaba otra vez en el bosque, el silencio parecía sepulcral después de tal algarabía. Los minutos se alargaron ahora. El tiempo no avanzaba, y Juana comenzó a sospechar que todo había acabado, y ella había sido objeto de las bromas de los Elfos, incluido el hombre que dijo llamarse Tam. A punto estaba de levantarse cuando escuchó, esta vez claramente, el sonido de los cascos de los caballos. Pero en esta ocasión no eran elfos, sino seres de carne y hueso, a juzgar por el profundo retumbar de las pisadas de las bestias. Apareció por fin el tercer grupo, formado en su totalidad por hombres con los rostros al descubierto, serios, tristes y absolutamente silenciosos. Los caballos eran de distinta pelambre, y entre todos ellos destacaba un animal blanco montado por Tam, quien, como prometió, lucía en su frente una banda dorada. Haciendo acopio de valor, Juana salió de su escondite y se dirigió con paso decidido hacia el corcel blanco. Tuvo que esquivar a varios caballos, y ninguno de los jinetes parecía ver lo que sucedía delante de él. Tampoco Tam la miró cuando se puso a andar a su lado, antes de coger las riendas. Luego tiró de la brida y el animal, piafando nervioso, se detuvo. Tam parpadeó un momento, como si despertara de un sueño, levantó la pierna contraria por encima del lomo del caballo, y se deslizó a este lado hacia el suelo, yendo a parar, de pie, entre los brazos de Juana. ¿Tan sencillo había sido? -se preguntó la muchacha- ¿ya había terminado todo?

Entonces, un viento de tempestad se levantó al instante, el aire se puso a silbar como mil serpientes al unísono, y las copas de los árboles se azotaron unas a otras, provocando un estruendo enorme, a la par que los rayos chasqueaban sobre ellos y los truenos retumbaban ensordecedores. Como surgido de la misma noche, un enorme potro negro pareció volar hasta donde estaban la princesa y el vigilante. Los belfos de la bestia lanzaban espumarrajos, sus relinchos destrozaban los tímpanos y sus cascos brillaban como si estubieran envueltos en metal. Montada a horcajadas sobre la inmensa cabalgadura, la Reina de los Elfos reía y gritaba con voces de locura, y su mirada era capaz de helar a quien la contemplara. Hizo corcovear al cuadrúpedo infernal y ponerse de manos a un palmo de la cara anonadada de Juana, pero la muchacha consiguió dominar el miedo, o quizá el miedo la atenazaba en su sitio ante la visión demoníaca de la Elfa. Cuando creía que iba a volverse loca, algo frío y pringoso se movió entre sus brazos, y el horror se quintuplicó: ¡Tam había desaparecido y en su lugar un lagarto gigantesco se debatía por escapar, arañándole y rozándole con la lengua bífida! Apenas pudo reprimir la naúsea, y tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no soltar a ese aborto de dragón en que se había convertido el joven. Pero no acabó allí el pánico, lo que vino después fue peor. El lagarto perdió sus patas y alargó su cuerpo. Se transformó en una interminable serpiente verdeamarillenta, de escamas brillantes, que le atenazó la cintura y las piernas con sus anillos, con la intención de ahogarla para clavarle los dos afilados colmillos venenosos que en ese momento lucía ante los ojos desorbitados de la infeliz dama. Nada parecía ya capaz de superar tal pavor, cuando la serpiente desapareció y, en su lugar, encima de los brazos desnudos de Juana, comenzó a arder un gran pedazo de carbón al rojo vivo, llagándole la piel abrasada. Temblando por el tremendo esfuerzo, la pobre muchacha aún consiguió aguantar el dolor el tiempo suficiente para que las lágrimas que caían abundantes de sus ojos fueran apagando con un siseo la turba, mientras se oía la voz estridente de la Reina de los Elfos:

-Está bien, lo habéis conseguido. Habéis logrado vencer a la Reina de los Elfos. He cometido un error que nunca volveré a cometer: he infravalorado tu valor, el valor de una mujer humana. La verguenza y el orgullo herido son ahora mi penitencia, por encima de mi odio y mi afán de venganza. Pero huid, rápido, marchad lejos de aquí. El deseo de volver a encontraros dentro de mis dominios mantendrá mi ira encendida, y si tal ocurre, si volvemos a encontrarnos, creedme que no se habrá visto hasta entonces una venganza igual ni en este mundo ni en los otros.

El caballo negro se encabritó una vez más, una llamarada verde iluminó los ojos de la Reina élfica, y los árboles parecieron abrirse como una cortina que engulló a la oscura aparición.

Al cabo de un tiempo, por un extremo del bosque de Carterbaugh, salieron un hombre y una mujer. Caminaban a duras penas, apoyándose el uno en la otra, en dirección al castillo cercano, cuando una tropa de soldados les dió el alto. Los hombres armados tardaron más de diez minutos en convencerse de que aquella joven vestida con harapos, de rostro demacrado, ojos enrojecidos, mechones blancos en el cabello y mirada demente, decía la verdad cuando se presentó como la Princesa Juana. Al cabo de muchos años, todos en la comarca la recordaron como la Princesa que venció a la Reina de los Elfos.

Y así ha llegado la leyenda hasta nosotros, y así permanecerá, sea con estas u otras palabras. Si peligrosos son algunos bosques, también el fondo de los lagos de las montañas pirenaicas encierra terribles misterios. Escuchad ...
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